Hay lugares, que al recorrerlos, no solo te atraen visualmente, sino que sientes que tienen alma. San Martín de Trevejo, con sus calles empedradas y rodeadas por casas de piedra, madera y adobe, no solo es un pueblo bonito, que lo es, sino que sientes esa personalidad singular creada generación tras generación.
Aquí, cada rincón tiene un gesto propio: una maceta que resiste el paso de las estaciones, un farol que parece encenderse con historias y no con luz, un balcón que aún conserva los ecos de conversaciones en mañegu, esa lengua tan especial que resiste con orgullo.
No se trata solo de uno de los pueblos más bonitos de España, como así está considerado en dicha guía; es un lugar en el que la vida se manifiesta de manera genuina, donde lo habitual se transforma en lírica: el murmullo del agua fluyendo por los regatos, el olor a leña que arde, el saludo sereno de aquellos que todavía comprenden el valor de mirarse a los ojos.
San Martín de Trevejo no se deja fotografiar sin más; se deja sentir. Y quien lo visita, aunque sea por un instante, se lleva consigo algo más que una imagen.
Considero que mi perspectiva podría no ser completamente imparcial, ya que San Martín de Trevejo es mi “pueblín”, del cual me siento muy orgullosa. Sin embargo, tengo la certeza de que habrá quienes compartan este mismo sentimiento.
(Xálima)
Foto: Rincón con esencia propia en San Martín de Trevejo
Momento musical: As Pontes - Acetre
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