Como el día persigue a la noche en un ciclo sin fin, nuestra vida está tejida de opuestos que se complementan y dan significado uno al otro. La luz no tendría sentido sin la oscuridad, así como la alegría cobra mayor profundidad cuando hemos conocido la tristeza. En cada respiración, en cada latido, la vida misma es una danza constante entre fuerzas aparentemente contrarias.
Esta dualidad no representa una división, sino una totalidad. Como el yin y el yang, estos opuestos son partes de un todo que se necesitan mutuamente para existir. La vida y la muerte, la presencia y la ausencia, la quietud y el movimiento - cada par de opuestos nos recuerda que la existencia no es una línea recta, sino un círculo en constante movimiento.
«La Noche con el Día
luchaban cuerpo a cuerpo
-batalla indecisa-
abrazado lo blanco y lo negro
en la Aurora, gris y perlina.
Al lubricán, el joven Día,
con su lanza apolínea,
vence a la Noche, ya de sí vencida.
En la sangrienta hora vespertina,
la Noche, moza y aguerrida,
con su hueste de estrellas, falanje de hoplitas,
remata al valetudinario Día.
Y siempre vuelve a ser la cosa misma.
¡Este es el signo de Artemisa!»
(Ramón Pérez de Ayala, Bajo el signo de Artemisa)
Fotos: Trajano de Noche/ Trajano de día. (Itálica, Sevilla)
Momento musical: Negra Sombra - Luz Casal & Carlos Núñez
Besos para tod@s
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