A veces, la vida moderna nos arrastra con sus prisas. La inmediatez reina, todo lo queremos al instante; compramos un viaje, ya; buscamos información, ya; nos comunicamos con nuestros amigos, ahora mismo, ya, todo rápido todo inmediato, todo a un clic.
Pero hay lugares donde el tiempo parece detenerse, donde pasado y presente conviven en perfecta armonía. No todo tiene porqué ser instantáneo, hay belleza en la espera, en el ritmo pausado de los carruajes, en la brisa que mueve las hojas de los arboles….
Quizá la verdadera riqueza no esté en correr más rápido, sino en saber cuándo detenerse. En aprender a escuchar el silencio de una calle tranquila o el sonido de los cascos de un caballo sobre el adoquinado, porque al final es en esos momentos pausados donde encontramos lo esencial, el tiempo para sentir.
(Xálima)